Detectar los síntomas del ictus a tiempo es crucial para recibir atención médica ante un infarto cerebral, y evitar consecuencias graves en la salud el paciente. En el Día Mundial del Ictus hablamos de cuáles son las señales que nos deben poner en alerta y la importancia de una detección precoz en los accidentes cardiovasculares.

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Ictus: definición y tipos

El ictus es una enfermedad cardiovascular que provoca la interrupción de la circulación sanguínea en algún punto del cerebro. Debido a ello, las células nerviosas no reciben oxígeno y dejan de funcionar correctamente.

Esta patología, que también se conoce como infarto cerebral, embolia o accidente cardiovascular, suele darse de forma repentina y tiene una alta prevalencia e impacto en la sociedad. Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), el ictus es la segunda enfermedad que más muertes provoca en nuestro país (la primera en mujeres). Asimismo, es la principal causa de discapacidad adquirida en los adultos y el segundo factor de riesgo para la demencia.

En general, podemos identificar dos tipos de ictus:

  • Ictus isquémico: viene provocado por la falta de riego en una parte del cerebro a raíz debido a una obstrucción de los vasos sanguíneos.
  • Ictus hemorrágico: se produce por una hemorragia cerebral derivada de la rotura de las ramas arteriales.

¿Por qué se produce un infarto cerebral?

Los factores de riesgo cardiovascular son las principales causas del ictus, como son los siguientes:

  • Presión arterial alta.
  • Dieta poco saludable.
  • Sobrepeso y obesidad.
  • Colesterol elevado.
  • Estrés.
  • Tabaquismo.
  • Consumo de alcohol y drogas.

También hay que tener en cuenta otros factores de riesgo como la edad, ya que se dobla la posibilidad de padecerlo a partir de los 55 años; los antecedentes familiares, que incrementan el riesgo de padecer ictus, la diabetes y el género, ya que las mujeres tienen más probabilidad de sufrir la enfermedad.

En este sentido, la prevención del ictus pasa por suprimir estos factores de riesgo y seguir un estilo de vida saludable. De hecho, de ser así, se evitarían hasta el 90% de los casos, tal y como advierte la Sociedad Española de Neurología (SEN).

¿Cuáles son los síntomas de ictus?

Entre 110.000 y 120.000 personas sufren un ictus cada año en España, según la SEN. De ellas y ellos, la mitad se queda con severas escuelas o fallecen.

Desde que se produce un ictus cada segundo cuenta y, a mayor tiempo transcurrido, se reducen la posibilidad de una recuperación más favorables. Ante un infarto cerebral es de suma importancia llegar a tiempo e intervenir de forma precoz al paciente para aplicar el tratamiento indicado y restaurar las funciones cerebrales afectadas.

Por tanto, para conseguir esa detección e intervención temprana, es fundamental reconocer los síntomas del ictus que nos advierten de su presencia, como son los siguientes:

Pérdida de fuerza y hormigueo

Entre los primeros síntomas de ictus más frecuentes destaca la pérdida de fuerza,  normalmente en el tren inferior, aunque también puede notarse en los brazos o incluso en una parte de la cara. Esta debilidad muscular puede sentirse en forma de hormigueo o adormecimiento de la zona corporal o de la mitad del rostro.

Los demás podemos observar estos signos al ver la boca torcida en la persona afectada, que esta sonríe de forma asimétrica o que no es capaz de sostener objetos, por ejemplo.

Dificultad para hablar y entender

Otro de las señales de ictus es la dificultad para hablar correctamente y comprender a los demás, dándose discursos fuera de contexto y expresiones incomprensibles.

Dolor de cabeza muy intenso

En el caso de un infarto cerebral, hablamos de un dolor de cabeza muy intenso y diferente a otras cefaleas o migrañas que podamos sufrir habitualmente.

Alteraciones en la visión

Si hablamos de síntomas de ictus en los ojos, podemos detectar señales de advertencia como una vista borrosa o la pérdida total o parcial de la visión. Estos problemas pueden afectar a uno o dos ojos y de manera brusca. 

Falta de coordinación y equilibrio

Acciones como subir escaleras, coger un objeto, sentarse, levantarse… son movimientos que realizamos de forma automática en base a la coordinación entre la función cerebral y la actividad. Estas prácticas, al sufrir un accidente cardiovascular, se pueden alterar generando mareos, dificultades para mantener el equilibrio y problemas de coordinación muy evidentes.