La psicomotricidad infantil desempeña un papel esencial en el crecimiento de los/as más pequeños/as, ya que integra el movimiento corporal con aspectos psicológicos como la atención, la memoria, la percepción y la autoestima. Favorecer una buena psicomotricidad desde edades tempranas permite que los niños y niñas adquieran mayor autonomía, confianza en sí mismos y habilidades necesarias para interactuar con su entorno. En este artículo exploraremos qué es la psicomotricidad en infantil, qué se trabaja en ella y cuáles son sus etapas clave.

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¿Qué es la psicomotricidad en infantil?

La psicomotricidad en infantil es una disciplina educativa y terapéutica que se centra en el desarrollo global del niño a través del movimiento. No se trata únicamente de que los pequeños aprendan a correr, saltar o coordinarse, sino de que, mediante esas acciones físicas, desarrollen también su capacidad de pensar, relacionarse con los demás y expresar sus emociones.

En el ámbito educativo, la psicomotricidad se aplica para potenciar la maduración neurológica y emocional del niño, especialmente en las etapas de Educación Infantil (0 a 6 años). Gracias a actividades lúdicas y planificadas, los niños exploran su cuerpo, su espacio, los objetos y el tiempo, lo que contribuye a mejorar su aprendizaje, su conducta y su bienestar general.

¿Qué se trabaja en la psicomotricidad infantil?

En las sesiones de psicomotricidad infantil, se trabajan diferentes aspectos del desarrollo físico, cognitivo y emocional de los infantes a través del juego, la exploración y el movimiento libre o dirigido. Estas actividades buscan estimular la coordinación, la percepción, el equilibrio y la seguridad emocional.

Entre las principales áreas que se abordan se encuentran:

  • Coordinación motora gruesa: habilidades como correr, saltar, trepar o gatear que fortalecen grandes grupos musculares.
  • Coordinación motora fina: movimientos más precisos como recortar, ensartar o manipular objetos pequeños, fundamentales para la escritura.
  • Equilibrio y control postural: ejercicios que ayudan al niño a mantener el control de su cuerpo en distintas posiciones y superficies.
  • Orientación espacial y temporal: actividades que enseñan a reconocer el espacio que ocupan, su lateralidad (izquierda-derecha) y la noción del tiempo.
  • Percepción sensorial: estimulación a través de los sentidos (tacto, vista, oído) que mejora la comprensión del entorno.
  • Expresión emocional: juegos simbólicos que permiten al/la niño/a canalizar emociones y mejorar su autoestima.
  • Socialización: interacción con otros/as niños/as para fomentar habilidades como el respeto, la cooperación y la resolución de conflictos.

¿Cuáles son las 4 etapas de la psicomotricidad?

El desarrollo de la psicomotricidad infantil se estructura en cuatro etapas principales, que siguen el ritmo evolutivo natural del niño desde el nacimiento hasta aproximadamente los 7 años. Cada etapa presenta avances clave que deben ser respetados y estimulados adecuadamente para favorecer un desarrollo integral.

Estas son las cuatro etapas fundamentales de la psicomotricidad:

Etapa refleja (0-1 año)

En esta etapa inicial, el bebé actúa mediante reflejos innatos como el de succión, agarre, búsqueda o marcha automática. Estos reflejos son esenciales para su supervivencia y constituyen la base sobre la que se construyen los primeros aprendizajes motores. Poco a poco, estos movimientos reflejos se transforman en acciones voluntarias gracias a la maduración del sistema nervioso. El entorno familiar, el contacto afectivo y la estimulación sensorial (colores, sonidos, texturas) juegan un papel crucial para favorecer el descubrimiento del propio cuerpo y de los estímulos que lo rodean.

Etapa sensorio-motriz (1-2 años)

En este periodo, el niño empieza a dominar el desplazamiento autónomo, ya sea caminando, corriendo o trepando. Esta etapa se caracteriza por una intensa exploración del entorno a través de los sentidos y del movimiento. Manipula objetos, experimenta con ellos, los lanza, los golpea… y todo esto es parte de su forma de aprender. También comienza a reconocer su imagen en el espejo y a entender que tiene control sobre su cuerpo. El desarrollo del equilibrio, la coordinación y la percepción espacial se acelera, lo que sienta las bases para aprendizajes más complejos en etapas posteriores.

Etapa preoperacional (2-4 años)

Aquí se inicia una etapa simbólica muy rica. El niño desarrolla con más precisión la coordinación óculo-manual (mano-ojo), lo que le permite realizar tareas como encajar piezas, dibujar o construir torres. El lenguaje también se expande rápidamente, y con él, la capacidad de representar ideas, objetos y situaciones mediante el juego simbólico. Imita roles, juega a ser otras personas, y sus emociones comienzan a expresarse a través del cuerpo. Es una etapa clave para reforzar la autoestima, fomentar la creatividad y consolidar hábitos básicos de socialización y autonomía.

Etapa de afirmación corporal (4-7 años)

En esta fase, el niño adquiere una imagen corporal más definida y se vuelve consciente de su lateralidad (diferenciación entre derecha e izquierda). Sus movimientos son más coordinados, controlados y eficientes, lo que le permite realizar actividades físicas más complejas como montar en bicicleta, saltar a la cuerda o participar en juegos reglados. También mejora su orientación espacial (dentro/fuera, arriba/abajo, cerca/lejos) y su percepción temporal, esenciales para el aprendizaje académico (especialmente la lectura y escritura). Esta etapa es decisiva para consolidar hábitos de autonomía, concentración y convivencia.